domingo, 3 de octubre de 2010

Jane Eyre (Resumen de Capítulos I al X)


Por segunda vez inicié la lectura de Jane Eyre, de Charlotte Brontë, una novela que ocupa un lugar especial en la literatura universal y que aprecio por su contenido clásico y romántico.
La novela inicia en Gateshead Hall con una Jane niña que es sometida al maltrato psicológico de su tía, y “bienhechora”, Mrs. Reed y físico de su primo John Reed. Aunque Jane Eyre, lector, es una de mis novelas predilectas, ocupa la segunda posición, detrás de Orgullo y Prejuicio (de Jane Austen), estos primeros capítulos de la novela me disgustan por su carácter angustioso, lúgubre y de mucho sufrimiento. Me cuesta entender el maltrato y desdeño del que es víctima una niña con la inteligencia, inclinación por aprender y temperamento obediente de Jane Eyre por parte de su tía, el ejemplo más vivo de estos abusos es descrito en la obra cuando Mrs. Reed, siempre parcializada por sus hijos sobre Jane, envía a la niña, como correctivo de una falta imputada de la que no había sido culpable, al denominado “cuarto rojo”, el mismo en el que había fallecido el tío Reed, el mismo en el que a ninguno le gustaba estar y en el que Jane sufre delirios por todos los prejuicios, la ingenuidad, la sugestión y el miedo normales en una criatura de diez años que es recluída a fuerzas en una habitación con tan peculiares características.
“La clave de que el cuarto rojo fuera imponente residía en esas últimas palabras. Mr. Reed había muerto nueve años atrás precisamente en aquella habitación, en ella había permanecido de cuerpo presente, y todo fue dejado allí en la misma forma en que se encontraba al fallecer su tío.”
Es el suceso del cuarto rojo, y la visita del señor Lloyd, el médico de la servidumbre, el que da pie al primero de los “cambios de aire” de la novela,
“La niña necesita cambio de aire y de ambiente. Sus nervios no se hallan en buen estado.”
Mrs. Reed solicita el ingreso de Jane Eyre en la escuela Lowood, dirigida por el rígido e inclemente señor Brocklehurst, cuya sola descripción inspira respeto y temor:
“Casi instintivamente le reconocí y cuando, minutos después, las profesoras y alumnas se levantaron en masa, ya sabía yo que quien entraba a largas zancadas en el salón era el que en Gateshead me pareciera una columna negra y me causara tan desastrosa impresión: Mr. Brocklehurst, en persona, vestido con un sobretodo abotonado hasta el cuello. Se me figuró más alto, estrecho y rígido que nunca.”
Lowood es una estricta escuela benéfica para señoritas en la que la educación es tratada de manera severa y, a mi percepción, miserable, el trato de las maestras (exceptuando a Miss Temple) para con sus alumnas es rígido, humillante y deplorable, y se observa una determinada estrechez psicológica en cuanto a la higiene del lugar y, peor aún, a la nutrición de las jóvenes, que a medida que Charlotte Brontë avanza en la descripción de la escuela, la sensación de angustia se apodera de mí y solo puedo imaginar lo exageradamente delgadas que debían ser aquellas muchachas dado el poco y mal cocinado alimento que les era ofrecido a la hora de la comida, ¡Es indignante! ¡Otra vez el potaje quemado!” (opinión de una de las alumnas mayores de la escuela Lowood), lo desgastados y roídos que debían estar los atuendos que no les era permitido cambiar sino semanalmente, todo esto sinónimo de desgracia y pobreza, de acuerdo al discurso de Mr. Brocklehurst, para formar en las jóvenes un carácter "sufrido y paciente".
“Escúcheme un instante, señorita: usted sabe que mi plan educativo respecto a estas niñas consiste en no acostumbrarlas a hábitos de blandura y lujo, sino al contrario, en hacerlas sufridas y pacientes. Si acontece algún pequeño incidente en la preparación de las comidas no ha de suplirse con algo más delicado, lo cual tendería a relajar los principios de esta institución, sino que el hecho debe servir para edificación espiritual de las alumnas, fortificando sus ánimos mediante esa prueba pasajera. En ocasiones así, no estará de más una adecuada exhortación de las profesoras acerca de los sufrimientos de los primitivos cristianos y alguna alusión a las palabras del Señor cuando pidió a sus discípulos que tomasen su cruz y le siguiesen. Es preciso recordar a las pupilas que el hombre no vive sólo de pan y citarles algunas de las divinas palabras: «Bienaventurado el que sufra por mi amor», u otras. Sin duda, señorita, cuando daba usted a las muchachas el queso y el pan en lugar del potaje quemado, atendía al bienestar de sus viles cuerpos, pero ¿no piensa usted que contribuía a la perdición de sus almas?"
Mi inquietud aumenta cuando cavilo, en lo poco que he leído sobre las Brontë, y recuerdo que se presume que esta parte de Jane Eyre es inspirada en la propia vivencia Charlotte y sus hermanas en el colegio Clergy Daughters, en Cowan Bridge (Lancashire), e imagino cuán desdichadas debieron ser allí, si es que la experiencia fue tomada literalmente para la obra.

En Lowood, Jane conoce a Helen Burns, otra niña reprendida, y objeto de burlas, especialmente de Miss Scartched, de acuerdo a la voz de la misma niña Burns, por ser desordenada y retraída.
“Después de haber leído dos veces la lección, se cerraron los libros y todas las muchachas fueron interrogadas. La lección comprendía parte del reinado de Carlos I y versaba esencialmente sobre portazgos, aduanas e impuestos marítimos, asuntos sobre los cuales la mayoría de las alumnas no supieron contestar. En cambio, Burns resolvía todas las dificultades. Había retenido en la memoria lo fundamental de la lectura y contestaba con facilidad a todo. Yo esperaba alguna frase encomiástica por parte de la profesora, pero en vez de ello, lo que oí fue esta inesperada increpación:
-¡Oh, qué sucia eres! ¡No te has limpiado las uñas esta mañana!”
Y a partir de este descrédito aplicaba el correctivo que consistía en azotar a la joven con cuerdas de mimbre sobre su nuca, en medio de la clase. Jane Eyre, sin embargo, percibe a Helen Burns como una joven inteligente y bondadosa y describe esto, entre sus impresiones de dolor e inconformidad, después de que el señor Brocklehurst la ridiculizara y tildara de "mentirosa" delante de sus compañeros.
Helen Burns -era ella- fue llamada a su sitio por una observación referente a la labor. Pero al volverse, me sonrió. ¡Oh, que sonrisa! Al recordarla hoy, comprendo que era la muestra de una inteligencia delicada, de un auténtico valor, mas entonces su rostro, sus facciones, sus brillantes ojos grises, me parecieron los de un ángel. Y, sin embargo, no hacía una hora que Miss Scartched había castigado a Helen a pasar el día a pan y agua porque al copiar un ejercicio, echó un borrón. Así, es la naturaleza humana: los ojos de Miss Scartched, atentos a aquellos mínimos defectos, eran incapaces de percibir el esplendor de las buenas cualidades de la pobre Helen.
La falta de higiene y la mala nutrición de las jóvenes de Lowood ayudaron a que éstas cayeran enfermas con fiebre tifoidea.
“El profundo bosque en que Lowood estaba situado era, con sus aguas estancadas y su humedad, un foco de infecciones, cuando empezó la primavera, el tifus penetró en los dormitorios y en los cuartos de estudio donde nos apiñábamos; y, en mayo, el colegio  estaba convertido en un hospital.”
El capítulo X es ya distinto, en él se percibe un aura menos lúgubre y el espíritu de superación en Jane Eyre, claro, ocho años sucedieron desde su llegada a Lowood y con estos una serie de hechos, como el fallecimiento de Helen Burns a causa de tuberculosis, en la época de la epidemia de tifus, el matrimonio de Miss Temple y una Jane con dos años de experiencia como instructora, decidida a liberarse de la escuela y con ánimos de emprender una nueva vida, “una nueva servidumbre”, por lo que resuelve que el camino para alcanzar ese estatus de nueva servidumbre es anunciándose en el diario del condado, y con tal finalidad escribe lo siguiente:
“Señorita joven, acostumbrada a enseñar (no me faltaba razón: ¿acaso no había ejercido de maestra durante dos años?), desea colocación en casa particular para educar niños menores de catorce años (yo pensaba que, teniendo yo dieciocho, no me respetarían mis pupilos si contaban mi edad aproximada). Conoce todo lo esencial para dar una buena instrucción, así como francés, dibujo y música (en aquellos tiempos, lector, éste ahora reducido cuadro de conocimientos, era muy pasadero). Dirigirse a J. E., Lista de Correos, Lowton, condado de..."
A partir de acá comienza mi parte favorita de la novela, ya aparecerá Rochester con todos sus modos, maneras y modales, en un principio rudos y toscos que gracias a Jane se irán suavizando. Para culminar esta parte del resumen, el anuncio es respondido por Mrs. Fairfax, desde entonces, Jane Eyre inicia los preparativos para trasladarse como institutriz de una niña de diez años a Thornfield.

Nota: el dato sobre la escuela a la que asistieron las hermanas Brontë fue extraído del artículo Charlotte Brontë de la página web Wikipedia.

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