sábado, 19 de marzo de 2011

Orgullo y Prejuicio (Resumen e Impresiones - Capítulos XXVI al XXX)


En el capítulo XXI de la novela Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, Jane Bennet recibe correspondencia de Caroline Bingley que anuncia su despedida y la de todos los que ocupaban la casa de Netherfield.
Los tíos Gardiner, que aparecen en el capítulo XXV, se presentan de visita en Longbourn, es interesante recoger las impresiones de Jane Austen respecto a la profesión del tío Gardiner, quien es, por cierto, hermano de la señora Bennet, y se dedica al comercio, una profesión poco celebrada por los autores de la época –lo entiendo un poco más ahora que estoy leyendo Norte y Sur, de Elizabeth Gaskell, cuyo desarrollo contrapone los sentimientos de una joven, Margaret Hale, por la actividad practicada en un pueblo (Milton) netamente comercial–, en general al comerciante se le tildaba de inculto y de perseguir el dinero de manera sencilla, era mejor visto ser terrateniente, poseer propiedades como el señor Darcy, de Pemberley, o dedicarse a la agricultura.
El señor Gardiner era un hombre inteligente y caballeroso, muy superior a su hermana por naturaleza y por educación. A las damas de Netherfield se les hubiese hecho difícil creer que aquel hombre que vivía del comercio y se hallaba siempre metido en su almacén, pudiera estar tan bien educado y resultar tan agradable. La señora Gardiner, bastante más joven que la señora Bennet y que la señora Philips, era una mujer encantadora y elegante, a la que sus sobrinas de Longbourn adoraban. Especialmente las dos mayores, con las que tenía una particular amistad.
Con la idea de que Jane tomara nuevos aires, y de pronto se encontrara con Bingley en Londres, ésta parte de vacaciones con los tíos Gardiner a la capital mientras Elizabeth, días después de su partida, en el mes de marzo, viaja con Sir William Lucas y Maria Lucas a Hunsford, bajo la invitación de la señora Charlotte Collins a su nueva morada.
La señora Collins dio la bienvenida a su amiga con el más sincero agrado, y Elizabeth, al ser recibida con tanto cariño, estaba cada vez más contenta de haber venido. Observó al instante que las maneras de su primo no habían cambiado con el matrimonio; su rigida cortesía era exactamente la misma de antes, y la tuvo varios minutos en la puerta para hacerle preguntas sobre toda la familia.
Es importante acá percibir las reacciones de Elizabeth sobre el desigual matrimonio entre Charlotte y Collins, ella nunca estuvo a favor de este enlace a pesar de que lo aceptó, es gracioso también observar las maneras de Collins para con Elizabeth mientras les muestra a los visitantes su casa.
Elizabeth estaba preparada para verlo ahora en su ambiente, y no pudo menos que pensar que al mostrarles las buenas proporciones de la estancia, su aspecto y su mobiliario, Collins se dirigía especialmente a ella, como si deseara hacerle sentir lo que había perdido al rechazarle.
Visitar Rosings era un punto importantísimo en la agenda y el grupo tuvo la suerte de estar  invitado a cenar allí al día siguiente de su llegada. Elizabeth tenía cierto conocimiento de Rosings por ambas partes, Collins, todo elogio, y Wickham, mucha envidia, ahora ella iba a formarse su propia opinión sobre ésta y sus habitantes.
Lady Catherine era una mujer muy alta y corpulenta, de rasgos sumamente pronunciados que debieron de haber sido hermosos en su juventud. Tenía aires de suficiencia y su manera de recibirles no era la más apropiada para hacer olvidar a sus invitados su inferior rango. Cuando estaba callada no tenía nada de terrible; pero cuando hablaba lo hacía en un tono tan autoritario que su importancia resultaba avasalladora.
Una de las partes más severas de la novela ocurre cuando, durante la cena, Lady Catherine se informa sobre la educación de Lizzy y sus hermanas. En la época de Jane Austen, las mujeres, para demostrar que eran cultas y valiosas, debían saber y hacer un poco de todo lo que se les permitiese en ese entonces, las actividades hacían honor a la feminidad y las más resaltantes eran: coser, tejer, leer, escribir, pintar y tocar algún instrumento, el más clásico era el piano, por lo tanto, cualquiera de estas virtudes enumeradas que no fueran conocidas o practicadas con destreza hacía a las señoritas sinónimo de algo terrible y les restaba valor con respecto a las que sí dominaban estas artes, adicional a esto, las muchachas eran mejor vistas si eran educadas por una institutriz y no en la escuela pública. Es por esto que Lady Catherine se sobresalta cuando Lizzy le responde que ni ella ni ninguna de sus hermanas había sido educada por una institutriz o asistido a la escuela:
las que queríamos aprender, nunca nos faltaron los medios. Siempre fuimos impulsadas a la lectura, y teníamos todos los maestros que fueran necesarios. Verdad es que las que preferían estar ociosas, podían estarlo.”
Adicionalmente Lady Catherine se horroriza cuando Lizzy le expone que todas sus hermanas, incluso las tres menores, ya fueron presentadas en sociedad. Se suponía, en esos días, que cuando la hermana mayor se hubiera casado entonces la siguiente en edad era la que debía asistir a los bailes y reuniones para pescar marido.
creo que sería muy injusto que las hermanas menores no pudieran disfrutar de la sociedad y de sus amenidades, por el hecho de que las mayores no tuviesen medios o ganas de casarse pronto. La última de las hijas tiene tanto derecho a los placeres de la juventud como la primera
 Y de esta manera Lady Catherine no se forma el mejor de los conceptos sobre Elizabeth Bennet.
¡Caramba! ––dijo Su Señoría––. Para ser usted tan joven da sus opiniones de modo muy resuelto.

En los siguientes capítulos nos perderemos todos por el bosque junto a Darcy.

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